NIÑOS

Nuevas investigaciones sobre la vitamina D y el asma infantil

Por: Dr. Hilary Jones

marzo 11, 2017

Cuando estudiaba Medicina, poca gente se paraba a pensar en la vitamina D. Naturalmente, se nos enseñaba a defender una dieta equilibrada y saludable tanto para los adultos como para los niños, pero el saber tradicional dictaba que se pueden conseguir todos los nutrientes que necesitamos a través de la comida, siempre que se coma suficiente cantidad de los alimentos adecuados.

La vitamina D ha puesto en tela de juicio esa idea. Cuando se expone al sol, la piel produce aproximadamente el 90 % de la vitamina D del cuerpo humano. La contaminación y la preocupación por el cáncer de piel nos han llevado a reducir las actividades al aire libre y por tanto nuestra exposición a la luz del sol, por lo que casi el 50 % de la población mundial presenta niveles inadecuados de vitamina D [1].

Hace tiempo que se sabe que la vitamina D desempeña un papel crucial en la formación de los huesos, que ayuda a prevenir la osteoporosis en personas mayores [2] y el raquitismo en los niños [3]. En el mundo Occidental hemos dado por sentado que enfermedades como el raquitismo (reblandecimiento y debilitamiento de los huesos) tradicionalmente están asociadas a la pobreza y que ya eran historia, pero los casos se han incrementado notablemente, incluso en el mundo desarrollado, durante el siglo XXI[4].

En los últimos años se han acumulado más pruebas del posible papel de la vitamina D en la protección frente a enfermedades cardíacas  e incluso a la diabetes de tipo 1 [6], pero en ningún ámbito se ha armado más revuelo que en el del asma.

Hace mucho que se sabe que exponerse a potenciales alérgenos en la primera infancia puede aumentar el riesgo de desarrollar asma [7,8]. En lo relativo a la vitamina D, la teoría es que puesto que tiene un efecto directo e indirecto en las acciones de diversas células de nuestro sistema inmunológico, puede influir en la forma en que este responde tanto a los alérgenos como a las infecciones del tracto respiratorio [9]. Esto, a su vez, tiene que ver con la modulación del papel de los alérgenos, los virus y las bacterias en la aparición de asma, especialmente en niños de alto riesgo.

En 2007, un estudio en Massachusetts siguió a un grupo de 1200 madres y a sus niños hasta los tres años de edad para evaluar la ingesta de vitamina D de las madres durante el embarazo y compararla con la probabilidad de que sus hijos desarrollasen fatiga recurrente a los tres años [10]. Concluyeron que las madres en el 25 % superior de ingesta de vitamina D tuvieron niños con un menor riesgo de desarrollar fatiga que las del 25 % inferior. Además, el estudio demostró que un aumento de 2,5 microgramos (100 unidades internacionales), tanto procedente de la dieta como de suplementos, reducía el riesgo de fatiga en el niño en casi un 20 %.

Dos años más tarde, un estudio en Costa Rica midió los niveles de vitamina D en sangre en niños de 6 a 14 años y los comparó con los marcadores de asma, por ejemplo los niveles de eosinófilos (un tipo de leucocito asociado a la alergia) y de IgE (un anticuerpo que el sistema inmune utiliza para neutralizar patógenos y que está vinculado a una amplia variedad de enfermedades alérgicas). También se examinaron los ingresos hospitalarios por asma, la tendencia al espasmo de las vías aéreas y la necesidad de medicación antiinflamatoria para el asma. En todos los casos se advirtió una relación inversa entre los niveles de vitamina D y estos marcadores de gravedad del asma [11]. En 2010, durante un estudio se examinó específicamente a niños con asma y se compararon sus niveles de respuesta a alérgenos transportados por el aire mediante pruebas cutáneas, los niveles de medicación con esteroides que necesitaban, el funcionamiento de los pulmones y los marcadores en sangre de inflamación. Una vez más, cuanta menos vitamina D, peor funcionaban los pulmones y más pruebas manifestaban de alergia e inflamación [12].

Esto nos lleva a este último estudio, en el que se hizo un seguimiento a niños con alto riesgo de padecer alergia desde el nacimiento hasta los diez años de edad. Los niños se hicieron análisis de sangre para comprobar los niveles de vitamina D a las edades de 0,5, 1, 2, 3, 4, 5 y 10. A continuación, se compararon los análisis de sangre con los marcadores conocidos de sensibilidad al asma. Cuanto menor era el nivel de vitamina D, tanta más probabilidad tenían de sensibilizarse a los 0,5, 2 y 3 años. La deficiencia de vitamina D se asoció a un mayor riesgo de asma, fatiga y eccema a los diez años. También se advirtió una relación inversa entre los niveles de vitamina D y la probabilidad de crecimiento de una bacteria llamada estreptococo y que se asocia a un riesgo de asma mayor. Por último, se constató un vínculo directo entre los niveles de vitamina D y la edad a la que por primera vez un niño experimenta una infección importante del tracto respiratorio inferior, otro factor de riesgo en el asma [13].

¿Nos dice algo revolucionario este estudio? En realidad no, sabemos desde hace años que la deficiencia de vitamina D es muy común, incluso en población occidental, y que la vitamina D puede desempeñar un papel en la reducción del desarrollo de asma y eccema gracias a su efecto en el sistema inmune. No obstante, este estudio estuvo bien concebido, fue exhaustivo y planteado a largo plazo; todo esto decantó notablemente la balanza del lado de las pruebas que sugieren que los niños necesitan vitamina D.

Referencias:

  1. Nair R, Maseeh A. Vitamin D: the ‘sunshine’ vitamin. J Pharmacol Pharmacother. 2012 Apr-Jun; 3(2): 118–126.
  2. Tang BM, Eslick GD, Nowson C, Smith C, Bensoussan A. Use of calcium or calcium in combination with vitamin D supplementation to prevent fractures and bone loss in people aged 50 years and older: a meta-analysis. Lancet2007;370:657-66.
  3. Sahay M, Sahay R. Rickets – vitamin D deficiency and dependency. Indian J Endocrinol Metab. 2012 Mar-Apr; 16(2): 164–176.
  4. Thacher T, Fischer P, Tebben P et al. Increasing Incidence of Nutritional Rickets: A Population-Based Study in Olmsted County, Minnesota. Mayo Clin Proc. 2013 Feb; 88(2): 176–183.
  5. Lavie C.J. et al. Vitamin D and cardiovascular disease will it live up to its hype? J Am Coll Cardiol 2011; 58(15):1547-1556.
  6. Hypponen E et al. Intake of vitamin D and risk of type 1 diabetes: a birth-cohort study. Lancet. 2001 Nov 3;358(9292):1500-3.
  7. Baxi S, Phipatanakul W. The role of allergen exposure and avoidance of asthma. Adolesc Med State Art Rev. 2010 Apr; 21(1): 57–ix.
  8. Gereda J, Leung D, Thatayatikom A et al. Relation between house-dust endotoxin exposure, type 1 T-cell development, and allergen sensitisation in infants at high risk of asthma. Lancet 2000; 355 (216): 16801683.
  9. Lange N, Litonjua A, Hawrylowicz C et al. Vitamin D, the immune system and asthma. Expert Rev Clin Immunol. 2009 Nov; 5(6): 693–702.
  10. Camargo C, Rifas-Shiman S, Litonjua A et al. Maternal intake of vitamin D during pregnancy and risk of recurrent wheeze in children at 3 y of age. Am J Clin Nutr. 2007 Mar; 85(3): 788–795.
  11. Brehm J, Celedon J, Soto-Quiros M et al. Serum Vitamin D Levels and Markers of Severity of Childhood Asthma in Costa Rica. AJRCCM 2009; 179: 765–771.
  12. Searing D, Zhang Y, Murphy J et al. Decreased Serum Vitamin D Levels in Children with Asthma are Associated with Increased Corticosteroid Usage. J Allergy Clin Immunol. 2010 May; 125(5): 995–1000.
  13. Hollams E et al. Vitamin D over the first decade and susceptibility to childhood allergy and asthma. J Allergy Clin Immunol. 2017 February; 139(2): 472-481.

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